La palabra dron, que hace unos años al público general le hubiera sonado a referencia del cine de ciencia ficción, se ha implantando con fuerza  en nuestra vida cotidiana, y por la insistencia con que lo oímos citar en los medios de comunicación o directamente lo vemos en las estanterías de los centros comerciales o volando en los parques, no parece que vaya a ser un fenómeno pasajero sino algo que ha venido para quedarse. Sin embargo a pesar de lo frecuentemente que oímos mencionar su nombre, el concepto que reside tras éste está cubierto de un halo de ambigüedad y no poco oscurantismo, pues aunque la sociedad ha asumido el término con unanimidad, aún no existe una definición clara que de valor al término.

La palabra dron viene del inglés drone, que literalmente significa abejorro, en referencia al zumbido que emiten estos aparatos al volar, que oído desde la distancia evocaría al del susodicho insecto. Su definición, sin embargo, no está ni mucho menos tan clara y dependerá de quien la emita.

Para el público en general, un dron es un aparato de juguete volador dotado de cuatro hélices, que se diferencia en este aspecto de los antiguos aparatos de radiocontrol, que tenían forma de avión o de helicóptero. Esta definición es la que aplica el fabricante de juguetes que los vende en el pasillo del centro comercial, y como hemos dicho es la más extendida a nivel popular, pues convierte de forma automática y casi como por arte de magia lo que antes se veía como un mero juguete para «niños grandes» en un dispositivo de alta tecnología en la punta de lanza del catálogo tecnológico actual.

Para el aficionado a la fotografía o que encuentre en la captación de vídeos o imágenes desde el aire el principal atractivo de los drones, la esencia de estos y su diferencia para con los antiguos aeromodelos de radiocontrol, reside en la capacidad de los drones para portar una cámara y capturar imágenes con ella. Esta opinión, que es compartida por muchos profesionales, tanto de la filmación aérea como de los que utilizan las imágenes en su proceso productivo como materia prima de la que extraer información, se centra por tanto en la importancia de la captación de imágenes en detrimento de las consideraciones aeronáuticas del aparato.

Por último, según la legislación sobre RPAS (remote piloted aircraft systems), que es así como se los denomina de forma oficial, los drones son vehículos aéreos no tripulados que se diferencian de los aparatos de radiocontrol en que, si estos últimos tienen un uso recreativo, los drones tienen un uso profesional cualquiera que éste pueda ser. Esta tercera definición se centra por tanto en la finalidad ulterior al vuelo del aparato, sin entrar en consideración de sus características o capacidades.

Lo cierto es que todas estas definiciones están equivocadas o son incompletas.

Dron Locis

No es el hecho de tener cuatro o más motores en vez de dos o llevar acoplada una cámara lo que convierte un aeromodelo de radiocontrol en un dron, sino la inteligencia artificial que reside dentro de él y que le confiere la capacidad de operar de forma autónoma. Es por ello que el término técnico que se refiere a los drones, con más exactitud es el de UAV (unmanned air vehicle) pues recoge el concepto del carácter autónomo de estos aparatos, en contraposición al término legal RPAS que sólo alude a lo remoto de su pilotaje.

Un dron, para serlo de forma propiamente dicha, ha de tener una serie de funcionalidades que incluyan su posicionamiento por satélite, su habilidad para la gestión inteligente de su batería, su capacidad de recibir e interpretar datos de sensores externos, la presencia de mecanismos automáticos de seguridad para realizar aterrizajes de emergencia o regresar a casa de forma automática e incluso la capacidad de realizar misiones enteras de forma autónoma sin necesidad de recibir órdenes de un piloto humano incluyendo el despegue y el aterrizaje. Algunos drones llegan a tener funciones tan avanzadas como la visión artificial que les permite interpretar su entorno y tomar decisiones complejas sobre su misión en base a ésta, que incluyen por ejemplo la modificación del rumbo de vuelo, la toma de fotos en puntos concretos.

Todas estas funciones son posibles gracias a la presencia de un procesador, que a falta de una definición mejor consideraremos un ordenador interno de reducidas dimensiones, que permite la coordinación de las diversas herramientas del dron, incluyendo sus motores, sensores, cámaras u otros dispositivos, dando como resultado una capacidad para realizar procesos con un cierto grado de inteligencia artificial. Por poner una analogía sencilla, de igual forma que el moderno smartphone no se diferencia del ya antiguo teléfono móvil en otra cosa que en poseer un procesador interno que le permite almacenar y ejecutar aplicaciones como si de un pequeño ordenador se tratara,  el dron se diferencia de una cámara voladora en ser capaz de realizar una serie de funciones con la autonomía que le confiere su procesador, que en el entorno de los drones se conoce como «controladora de vuelo» o simplemente «controladora».

Esta controladora es la responsable de analizar la entrada de información que recibe de los diferentes sensores y dispositivos externos, entre los que se incluye el mando de radiocontrol, la cual procesa a través de sus algoritmos y filtros para generar una respuesta que se manifestará en la actuación de los rotores o de cualquier otro dispositivo integrado en el sistema. Es gracias a ella que los drones son capaces de realizar una amplia gama de tareas en los diversos y vastos campos de la ingeniería civil, que van mucho más allá de la simple captura de imagen, apoyados en la capacidad de estos vehículos aéreos en tomar decisiones y actuar en base a ellas.

En definitiva podemos afirmar que a pesar de la confusión que reina sobre el término y en contra de su banalización por parte de la opinión pública al concepto de «juguete volador con cámara adosada», un dron es en realidad una herramienta de alta tecnología capaz de interpretar datos de su entorno y tomar decisiones en base a ellos, dando como un resultado un comportamiento parcial o completamente autónomo, que abre la perspectiva a un abanico de posibles aplicaciones a la industria y la ciencia que simplemente estamos empezando a explorar.

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