Desde que hace unos años los UAVs, que en adelante llamaremos por su denominación popular de «drones«, irrumpieran en nuestras conversaciones y nuestra atención mediática diaria, no fueron pocos los profesionales y estudiosos que advirtieron el potencial que la toma de imágenes desde el aire tendría a la hora de crear productos para cartografía y topografía. Los drones permiten capturar los datos correspondientes al relieve y composición del terreno de forma rápida y exhaustiva, permitiendo la cobertura de grandes extensiones en tiempos de trabajo mucho menores que los empleados por los medios convencionales, facilitando además la toma de datos en lugares que por su orografía o sus características serían difícilmente accesibles al operario humano.
Sin embargo y a pesar de las ventajas de operatividad y productividad que los drones ofrecen frente a los medios convencionales, los productos generados por estos presentan una desventaja significativa en lo que se refiere a la precisión y exactitud de sus resultados. Mientras que los medios convencionales permiten hoy en día la captura de puntos sobre el terreno con una precisión que alcanza niveles de error inferiores a un centímetro, con equipos al alcance de la caja de la mayoría de empresas, los productos obtenidos por técnicas de fotogrametría aérea presentan errores que superan el orden de los diez centímetros.
Aunque está diferencia en la exactitud de los resultados es de una magnitud evidente, hay varios factores a tener en cuenta que influyen sobre la relevancia de esta inexactitud y su posible atenuación.
En primer lugar, es necesario considerar la diferencia en los niveles de exactitud que requieren según qué tipo de trabajos. Si bien las obras de construcción precisan de una exactitud casi milimétrica, son muchas las aplicaciones que toleran unos niveles de precisión considerablemente menores. Un ejemplo de ello sería el cubicaje de una cantera de millones de metros cúbicos excavados, en cuya medición un error del orden de centímetros sería prácticamente despreciable. Como muestra de esto sirva el dato de la cobertura LIDAR, ofrecida de forma abierta por el Instituto Geográfico Nacional, cuyo margen de error ronda los 15 centímetros y que hasta la fecha ha sido aceptado como un recurso de plena validez en multitud de trabajos técnicos. Al final, en todo trabajo técnico se debe ponderar cual es la forma más eficiente, que normalmente es sinónimo de más económica, de alcanzar los valores mínimos aceptables, y si merece la pena el esfuerzo necesario para mejorar estos valores.
Por otro lado, los drones no deben de considerarse un rival a los medios convencionales de captura de información espacial, sino un complemento. El uso de puntos de control tomados sobre el terreno con equipo GPS de precisión subcentimétrica, ayuda a la mejora significativa en los resultados de exactitud de los productos cartográficos obtenidos por fotogrametría aérea, hasta el punto de que su implementación en el proceso puede reducir los márgenes de error en los productos finales del orden de los 10 a los 5 centímetros. Además, otros equipos convencionales como la famosa estación total de topografía, permiten complementar los datos obtenidos por un dron, siendo capaces de capturar datos en zonas donde la cobertura vegetal no permitiría que una cámara aérea llegase a ver el terreno debajo de ella. Combinando la elevada capacidad de captura de datos masivos a gran escala de los drones, con la precisión del GPS diferencial y la versatilidad de la estación total, se puede obtener productos de elevada calidad en su precisión con un alto grado de eficiencia en el proceso y un elevado nivel de productividad.
Por último, no debemos olvidar que el avance de la técnica en lo que respecta al mundo de la captura de datos con drones se produce a un ritmo que bien se puede calificar de espectacular. En este aspecto, es destacable que ya existen dispositivos GPS de a bordo que están equipados con tecnología de corrección diferencial, conocida como RTK, del inglés Real Time Kinematic. La implementación de la tecnología RTK en el navegador del dron permite un incremento sustancial no sólo en la precisión en la navegación del vehículo, sino en la georreferenciación de las imágenes obtenidas por el dron, de forma que es legítimo suponer que en pocos años los productos obtenidos de forma directa por el dron tendrán unos niveles de precisión que se acercarán mucho a los obtenidos con apoyo de técnicas de tierra.
En definitiva, podemos afirmar que los drones son un instrumento válido para un amplio margen de aplicaciones de cartografía y fotogrametría, y que si bien no alcanzan los niveles de exactitud de los medios convencionales terrestres, en combinación con estos ofrecen un óptimo equilibrio entre el alto grado de precisión de la topografía clásica y la capacidad de los vehículos aéreos para capturar de forma rápida y sencilla la información espacial de grandes extensiones de terreno. Además, los avances continuos en lo que a la precisión de los datos capturados por los drones se refiere, encabezados a día de hoy por la implementación del GPS RTK a bordo, suponen un apoyo adicional a la obtención de productos cartográficos y topográficos de alta calidad con un elevado nivel de eficiencia en el proceso.